Cuando el horror bélico sacude la realidad, el impacto se expande de manera global y se siente con especial incidencia, más allá de la geopolítica, en terrenos como el humanitario, el social y el económico. Las resonancias de la invasión rusa de Ucrania han llegado por supuesto al mundo del cine, posicionado contra las aterradoras acciones del Kremlin y en general también contra la defenestración y el señalamiento aplicados por defecto a las películas rusas, que abrirían una peligrosa deriva. El boicot se ejecuta ante todo sobre las ramificaciones oficiales. CINEMANÍA repasa el contexto y muestra las posturas en España.
A la cancelación de los estrenos en Rusia por parte de las majors se sumaron los comunicados de los festivales, definidos por la condena y la repulsa, la solidaridad con el pueblo ucraniano y lo mencionado de no criminalizar el cine ruso. Hace una semana, Berlín tomó “una posición clara contra un boicot general de obras culturales sobre la base de su origen, ya que esto también suprimiría muchas voces críticas. Y el mundo necesita esas voces críticas. Otra cosa es excluir a las instituciones estatales oficiales y, en este caso, a las instituciones o delegaciones rusas”.
Antes, Cannes subrayó que no recibirá delegaciones rusas ni aceptará la presencia de nadie vinculado al Gobierno de Putin a la vez que recordó que en Rusia hay artistas y profesionales del cine que “nunca han dejado de luchar contra el régimen y no pueden ser asociados con estas acciones insoportables y con los que están bombardeando Ucrania”. Y desde Venecia señalaron que la Bienal “no cerrará la puerta a quienes defienden la libertad de expresión y se manifiestan contra la innoble e inaceptable decisión de atentar contra un estado soberano y su población indefensa”.