Para filmar esta escena, Sharon Stone fue engañada por el director Paul Verhoeven: le dijo que no usara bombacha porque quedaba mal. Lo que sucedió fue que su vagina fue vista por millones de espectadores. Y el director se llevó una cachetada
¿Fue Catherine Tramell el personaje más misterioso y sensual que dio jamás el cine? Es probable. Y también que no vuelva a haber otro igual. Sharon Stone era tan desconocida cuando en 1991 el director Paul Verhoeven comenzó la preproducción de lo que sería Bajos Instintos, que le costó ocho meses que aceptaran probarla en el casting para encarnar a la novelista y asesina serial que catapultó para siempre su carrera.
Quien sería su coprotagonista, Michael Douglas –como Nick Curran, el policía sobrepasado que caía en su trampa–, ni siquiera quería que la vieran: “Yo no era nadie al lado de él, y era una película muy riesgosa”, revela la actriz en su libro de memorias –The Beauty of living twice (La belleza de vivir dos veces)–, que publicó el año pasado con gran éxito de críticas.
Douglas podía permitírselo: ya era entonces mucho más que el hijo pródigo de una dinastía hollywoodense; multipremiado como actor y productor, venía de protagonizar Atracción fatal (1987), La guerra de los Roses (1989), y Wall Street (1987), que le valió el Oscar como Mejor Actor. Realmente era una superestrella. Y sin Douglas, no había rodaje posible.
Con 34 años, Stone había estado en la industria desde hacía una década y había filmado con Woody Allen y con Wes Craven, pero nunca había dado el gran salto, y de hecho, hasta que consiguió el papel, se acostumbró a que su agente le dijera que “no era sexy”. Verhoeven ya le había dado un rol de peso en su película anterior, El vengador del futuro (1990), y por eso sabía que tenía condiciones. El sí veía en ella la chispa distinta de las grandes divas, y un halo que la volvía especialmente cautivadora.
La química entre Sharon Stone y Michael…