Un fantasma recorre Hollywood. O el cine americano. O todo el cine que apela a llegar a las grandes audiencias, al menos. No es nuevo, y sus raíces están bien asentadas en la Generación Z. De hecho, es recurrente encontrarse con debates ontológicos en la red social de su elección sobre su necesidad, su reivindicación o hasta su valor artístico, como si ello existiera para cualquier acto humano: las películas parecen tener cada vez menos sexo. Es complicado amarrar tal aseveración a un dato, puesto que el cine, en su totalidad, es mucho más inmenso que las cincuenta cintas más taquilleras del año. Pero directores como Pedro Almodóvar, entre otros ilustres, han señalado esa especie de vuelta a los orígenes del cine de estudio en su trato con la sexualidad. El Capitán América o Dominic Toretto sienten, aman y sufren, pero pocas veces se acuestan con nadie o es la elipsis la encargada de que ocurra. Siempre que sea necesario para la trama, como si hubiera que justificarlo ante un notario. Por eso llama la atención que, entre las grietas, aparezcan películas como “Fresh”, dirigida por Mimi Cave y ya disponible en Disney+.
Protagonizada por Sebastian Stan, Daisy Edgar-Jones (”Normal People”) y Jojo T. Gibbs, la película comienza como una comedia romántica más. Chica soltera, harta de las vicisitudes de las aplicaciones para ligar, conoce al que parece ser el hombre perfecto. A veces fuerte y varonil, a veces humilde y sensible, el personaje de Stan es, en los primeros compases del filme, una perfecta fantasía femenina. Por supuesto, y para que la película pueda aguantar como uno de los estrenos más interesantes de los últimos meses en las plataformas, esa fachada caerá pronto y conoceremos una extraña faceta de su persona, interpretada a las mil maravillas por el Bucky del Universo Cinematográfico de Marvel, en el que hay espacio para la recuperación de esa sensualidad explícita que tanto echamos de menos en…