Han sido dos años muy duros para el sector de la música en directo. Aunque la programación seguía adelante (con restricciones y a cuentagotas) en espacios públicos y centros cívicos, las salas de conciertos y las iniciativas privadas en materia de festivales han pasado el Rubicón después de un páramo, tras alcorzar por sabanas y desiertos helados, al ser prácticamente la última actividad obligada a la interrupción por las leoninas o nulas condiciones para una apertura rentable. Las aguas vuelven a su cauce y los aficionados ya pueden someterse a la emoción de esas luces que se apagan unos segundos antes de que la amplificación dispare el primer acorde.
Abril pilla a la afición con las alergias y las alegrías recién desempolvadas, tras un invierno tan atípico como ahíto de tensiones y malas nuevas. Por eso no viene mal del todo imbuirse del espíritu reivindicativo que invoca el programa Zombie Sounds, así llamado para negar en plan somarda la muerte anunciada a géneros que no salen en los vídeos de Tiktok, pero resisten al invasor como galos rodeados desde Babaórum, Aquarium, Laudanum y Petibonum. El domingo 3, el apocalipsis zombie hace parada y fonda en la sala Zeta (que va a albergar buena parte de los nueve conciertos del ciclo) con The Courettes, dúo garajero llegado desde Dinamarca con fuego brasileño de querencias valirias, por lo del verdor y la flamabilidad perenne.
En el resto del programa del Zombie Sounds destacan The Flamin’ Groovies, señera banda de…